COMO Y POR QUE PONER LIMITES A LOS HIJOS
Lic. María Inés Petrovic
Pensarse como padre o madre parece ser una idea más o menos simple
y aplicable a todos los hijos por igual.
Pero se trata de una relación única, especial e irrepetible con
cada hijo, que se da en una situación particular de la vida de cada
uno de los padres (juventud o madurez, mayor o menor apoyo familiar, mejor
o peor situación laboral o económica, acontecimientos vividos).
Los hijos podrán ser más sanos o más frágiles,
más inquietos o más tranquilos, más fuertes o más
sensibles. Todos tienen necesidades que satisfacer y las distintas edades
tienen características propias, así como también hay diferencias
entre los géneros.
Pero mientras son niños, el juego es la forma privilegiada de expresión
infantil. Los niños buscan el juego para no aburrirse, para sentir
placer y aprender a través del mismo. Por eso cuesta tanto lograr
que dejen de jugar. Cuando ello ocurre manifiestan sensación de
disgusto y los padres automáticamente son “malos” porque
no los dejan seguir jugando.
Limitar o acotar los momentos de juego, mostrar el peligro de distintas situaciones,
tranquilizar a los niños cuando se vuelven hiperactivos, es algo difícil
pero necesario.
Pero, ¿por qué poner límites? Porque el niño
se detiene en esa actividad y se puede disponer a otra dosificando su tiempo. Si
no se detiene no puede regular su ritmo, variar sus actividades, tener nuevos
intereses y aprender a controlar impulsos para estar en sociedad.
Los padres pueden estar juntos o divorciados pero deberán tratar de
que los límites sean claros y compartidos para evitar que los niños
especulen con el cariño de cada uno de ellos.
Los límites son “aquí y ahora”, si se los dilata
en el tiempo pierden su sentido se olvida el porqué del límite.
¿Cómo se puede hacer para acotar el despliegue del juego y energías
de un niño? ¿Cómo hacer para poner límites?
Hágalo participar del motivo del límite dándole una razón
cierta, valiosa y que lo haga pensar: “no podés seguir
jugando porque tenés que bañarte, comer y descansar, ya es de
noche y todos descansan, tu cuerpo y tu cabeza necesitan descansar”.
“No puedo comprarte ese juguete porque necesitamos el dinero para la
comida o la ropa y ya no queda disponible. En cuanto pueda te aviso qué alternativas
tenemos”.
“Debemos regresar a casa porque ya jugamos y paseamos bastante. La
plaza y los juegos no se irán de aquí. Podremos regresar
pronto ya que tenemos muchos momentos”.
Este estilo razonado y justificado tiende a evitar las situaciones agresivas
y/o violentas a las cuales el adulto se ve tentado en ciertas ocasiones porque
se siente superado. Así se ayuda al niño a entender el
por qué de las cosas, a valorar lo que tiene, lo que hizo y esperar
con ansias el nuevo momento para compartir. Le permite aprender a administrar
su tiempo, energía y tener más de un interés.
Requiere de parte de los adultos algo más que paciencia, un plus de
tiempo dedicado al niño y la habilidad de administrar su propio tiempo
también.
Y por sobre todo, le da sentido a las acciones, ya no son arbitrarias sino
por una buena causa.
Los límites deben sostenerse en el tiempo. Un “no” que
se transforma en “sí” rápidamente pierde su eficacia. Requieren
de parte de los padres una constancia y duración de la palabra.
Documento sin título
María Inés Petrovic
Lic. en Psicología
4893-2107 // 15-45656853
mipetrovic@tempuspsicologos.com.ar