¿CRISIS A LOS CUARENTA?
Lic. María Inés Petrovic
La edad de los 40, aproximadamente, es una etapa de la vida en la que tanto
hombres como mujeres por igual, suelen atravesar ciertos cambios.
A los cuarenta, dada la expectativa de vida actual, se está en la mitad
del recorrido vital. Se comienzan a observar cambios en la imagen corporal
y en el rendimiento, registrando algunas limitaciones. Se aproxima también
el fin de la edad reproductiva en la mujer.
Los hijos, en general ya adolescentes, muestran a los padres el paso del tiempo. En
tanto crezcan y se independicen, sus padres deberán reacomodarse para
volver a estar solos en pareja o con nuevas parejas. También los
hijos reacomodan su rol frente al envejecimiento de sus padres.
Por otro lado, actualmente, la concepción de familia ha cambiado. Tanto
el hombre como la mujer postergan el compromiso para dar lugar a sus aspiraciones
personales, profesionales o laborales. Los cuarenta se plantean como
tope, algo así como “el ahora o nunca”, pudiendo implicar
un giro en la vida. Es el instante en que se dice “todavía
estoy a tiempo”.
Sin embargo, estos cambios pueden transformarse en una verdadera “crisis
vital”, con malestares o francas depresiones. Una crisis que supone
cambios biológicos, psicológicos y sociales, es un momento de
la vida en el cual los recursos personales no alcanzan para enfrentar una nueva
etapa.
Encontrarse en los 40, a veces significa desesperar y salir en busca de distintas
propuestas que toman auge, como por ejemplo, actividades para solos y solas,
la carrera por frenar el reloj biológico de la mujer, ser madre a través
de la inseminación artificial, sin necesidad de pareja estable, necesidad
de independencia aún teniendo pareja, necesidad de aturdirse con actividades
y buscar la felicitad con bienes tratando de tapar numerosas cuestiones, etc.
Este cambio que se ha producido, genera indefectiblemente, un fuerte impacto
sobre lo psicológico que irrumpe no solamente en la propia persona sino
que se traslada al contexto cercano (familia, trabajo, amigos). En los
momentos de crisis vital aparecen angustia y desesperación que son indicadores
del movimiento psicológico que se está produciendo.
Estos momentos son sumamente positivos porque implican maduración y
crecimiento. Se requiere contar con cierta plasticidad para desempeñar
nuevos roles o cambiar pautas de interacción. Es una etapa que
supone riesgos y conquistas.
Es importante ser flexible para realizar adaptaciones, rupturas y transformaciones
después de la crisis, así como para abrirse y reconocer, cuándo
es necesario buscar ayuda para realizar ese tránsito por el cambio.
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María Inés Petrovic
Lic. en Psicología
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